Desde lo alto, sobre las nubes, uno alcanza otra perspectiva. Una mirada más pura, más virgen, más clara. Y todo lo de ahí abajo, se ve diminuto, prescindible, irrelevante. Los problemas se reducen a poco más que el silbido del viento. El alma se ilumina de espiritualidad, magia, e infinita tranquilidad. Hay quien lo llama cielo: divino, desconocido e inalcanzable. Yo prefiero llamarlo cima: terrenal, imponente, natural, soberbia, valerosa, sabia y alcanzable para quien, sin vislumbrarla, sabe que está ahí.
Saber que la cima está contigo, que te acompaña, que no es un destino, sino un camino, consigue que cada pasito que des te ilusione como a un niño y que lo agradezcas como un anciano. Es un lujazo disponer de la experiencia mientras somos jóvenes ;) y que te la recuerden es de agradecer, GRACIAS LOM ;)
ResponderEliminarNo importa lo lejos que llegues, sino la felicidad que dejas (y disfrutas) en cada paso