En este preciso instante estoy leyendo esto para mi amiga Paty Olivas, que acaba de casarse con Darío Menéndez :)
Hace un año Patricia me regaló este cuaderno para decirme que ella y Darío habían decidido casarse. En él también me pedía que escribiera algo para el día de su boda, así que aquí estoy... con un montón de palabras que probablemente no podrán describir lo especial que es para mí esta pareja y lo feliz que me hace ser testigo de un día tan importante para ellos.
..............
Hace un año Patricia me regaló este cuaderno para decirme que ella y Darío habían decidido casarse. En él también me pedía que escribiera algo para el día de su boda, así que aquí estoy... con un montón de palabras que probablemente no podrán describir lo especial que es para mí esta pareja y lo feliz que me hace ser testigo de un día tan importante para ellos.
Patricia, te conozco
desde que vestíamos camisa blanca, calcetines hasta la rodilla y falda de
cuadros azules y verdes cinco días a la semana. Hemos crecido juntas, y con
nosotras otras tantas buenas amigas que hoy tampoco podían faltar: Móni,
Olguitxu, Mai, Textu, Luli, Nere, Hache, Iraide, Ira y luci.
Llevamos casi toda una
vida compartiéndolo todo como buenas amigas que somos: descansos en el patio de
colegio, amores y desamores (o mandarinas como lo llamaría mi madre),
historietas de sábado noche, buen house en la discoteca The Image, años de
universidad, idas y venidas a Pamplona, Sanfermines, casas rurales, viajes,
conciertos, alegrías, penas, millones de cotilleos y grandes celebraciones como
esta. Y vuelvo a nombrar a Nani (mi madre), que siempre me ha dicho que lo que tú
y yo tenemos es un máster en fiestas y festejos varios. Pero desde luego no es ni
una cuarta parte de todo lo vas a seguir compartiendo con el hombre que está a
tu izquierda. A Inés y a mí nos llamarás hermanas, Darío será tu vida y lo
sabes.
No olvidaré aquel día en la Gran Vía despidiéndonos porque te ibas a vivir a Madrid. Yo
lloraba mientras tú me prometías que sería algo temporal. ¡Ja! Una mujer de
mundo, tan echada para delante no iba a quedarse en nuestro pequeño botxo donde
el metro ni siquiera tiene tres líneas. Y así fue. Conociste a Darío y echaste
amarras.
Al principio, Darío,
para mi eras aquel madrileño rubiales con cara de niño, tranquilo y callado que
me robaba a mi amiga. Te conocí en una de nuestras escapadas de sagardotegi, al
grito de "txotx" y con Asier partiendo nueces con la cabeza. Pronto descubrirías
el sirimiri de Bilbao (esa ligera lluvia que empapa), el chambergo con choto,
que no txangurro, como lo llamaste una vez... y pasarías a formar parte de la familia que
elige todo buen vasco, la cuadrilla. Y así fue como te convertiste en nuestro
Antxon.
Yo no puedo
aconsejaros acerca del matrimonio, eso tal vez podrían hacerlo mejor vuestros
padres y ni si quiera creo que ellos, después de tantos años, tengan una receta
secreta. Pero supongo que sí se parecerá en algo a la cocina, y no os riáis los que me conocéis por la
metáfora, que no se me de bien cocinar, no significa que no pueda echarle
literatura.
Ahora habrá que
ponerse a los fogones. Necesitaréis buenos ingredientes con los que ya os
habéis ido haciendo estos años: la templanza, los detalles y la sensatez de
Darío, la chispilla, el glamour y el desparpajo de Patricia, y por supuesto
el amor.
Habrá otros que irán apareciendo y tendréis que ir añadiéndolos poco a poco, a veces dejando reposar, otras poniéndolos a fuego lento, mezclando, revolviendo, probando si echando un poco más de esto o de lo otro la vida en pareja sabe mejor.
En ocasiones tendréis que probar con algún ingrediente sorpresa, quién sabe un chorrito de coñac, para no perder la magia. Otras deberéis encender el horno, poner el temporizador para contar hasta 3, hasta 10 o hasta 50 si hiciera falta. Y así supongo que iréis mejorando vuestra receta, vuestro plato estrella, hasta cogerle el punto y convertiros en el mejor chef de la vida del otro.
Habrá otros que irán apareciendo y tendréis que ir añadiéndolos poco a poco, a veces dejando reposar, otras poniéndolos a fuego lento, mezclando, revolviendo, probando si echando un poco más de esto o de lo otro la vida en pareja sabe mejor.
En ocasiones tendréis que probar con algún ingrediente sorpresa, quién sabe un chorrito de coñac, para no perder la magia. Otras deberéis encender el horno, poner el temporizador para contar hasta 3, hasta 10 o hasta 50 si hiciera falta. Y así supongo que iréis mejorando vuestra receta, vuestro plato estrella, hasta cogerle el punto y convertiros en el mejor chef de la vida del otro.
Y ahora sí. Darío,
cuídamela.
Os quiero, pareja. ¡ZORIONAK BIKOTE!
No hay comentarios:
Publicar un comentario